Isabel Peñalosa Esteban, directora de relaciones institucionales y asesoría jurídica de la AEF, comparte en su último artículo para Philea cómo el próximo Manifiesto de la Filantropía Europea puede servir como hoja de ruta para las fundaciones europeas y los desafíos que tenemos por delante.

"Las elecciones europeas de 2024 están a la vuelta de la esquina. Los acontecimientos que hemos vivido en los últimos cuatro años eran difícilmente previsibles: una pandemia planetaria, una guerra en territorio europeo y las consiguientes consecuencias sociales y económicas.

Estos acontecimientos nos han puesto a prueba a todos, incluidas las fundaciones y las organizaciones filantrópicas. Una vez más, las fundaciones reaccionaron con prontitud y flexibilidad para responder a los retos que se plantearon: el aislamiento y la soledad en que viven muchos europeos, las consecuencias del envejecimiento de la población y la fragilidad de nuestro sistema debido a la fuerte polarización social y política.

Las organizaciones de infraestructuras, como Philea, así como las asociaciones nacionales de fundaciones y donantes, también se vieron desafiadas y tuvieron que ser innovadoras en el apoyo a sus miembros: desde hacer frente a la proliferación normativa y proteger el espacio de la sociedad civil, hasta abogar por que las OSAL sean tenidas en cuenta por los gobiernos que adoptan medidas de recuperación tras el caso COVID.

Nada de esto ha sido en vano. El sector se ha fortalecido, la tendencia de los donantes es progresiva y las fundaciones han podido desarrollar sus agendas. No exactamente como estaba previsto, pero sí con grandes avances a nivel europeo. Durante estos años, desde el lanzamiento del Manifiesto de la Filantropía en 2019, hemos visto cómo el Comité Económico y Social Europeo se posicionaba a través de su dictamen sobre filantropía, cómo el Plan de Acción de Economía Social reconocía el capital filantrópico y su potencial dentro de la noción más amplia de economía social, y cómo a través de diferentes instancias se llegaba a reconocer la necesidad de eliminar las barreras a la filantropía transfronteriza.

En los últimos años y meses, Philea ha defendido con firmeza la posición de las fundaciones frente a la regulación que constriñe los flujos filantrópicos -en un difícil equilibrio entre seguridad y libre flujo de capitales- con efectos no deseados que ponen en riesgo el espacio de la sociedad civil en algunos países. Aunque no todo se puede conseguir, se ha logrado que se reconozca la singularidad de las fundaciones y las ONL en la regulación de los flujos financieros. Philea ha logrado una consideración particular para las fundaciones en relación con las Normas Comunes de Información de la OCDE, diferenciándolas de las entidades financieras y de inversión.

En el último año hemos visto cómo la Comisión, siguiendo la iniciativa del Parlamento Europeo, proponía un estatuto para la asociación transfronteriza europea. Un instrumento que puede convertirse en una herramienta para que las fundaciones establezcan alianzas y redes formales en torno a distintos países. Una iniciativa que reconoce la naturaleza transnacional de la sociedad civil y que puede servir de inspiración para dotar a las fundaciones de un instrumento similar en un futuro próximo.

Así pues, ha llegado el momento de plantearnos qué esperamos como sector de las instituciones europeas en los próximos cinco años. Aspiraciones que debemos ser capaces de plasmar en un Manifiesto Europeo de la Filantropía actualizado, que debería marcar la hoja de ruta y la agenda del sector en el próximo periodo"

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